UNA INADECUADA FORMACIÓN INICIAL PUEDE FRUSTRAR LA CARRERA DE UN
POTENCIAL BAILARÍN Y LAS ILUSIONES DEL NIÑO O NIÑA QUE SUEÑA CON BAILAR
PROFESIONALMENTE
La educación que se imparte en los primeros años es
la clave para el futuro comportamiento de los niños, de ahí la importancia de
quienes ofrecen los conocimientos de inicio en la formación en danza sean
profesionales diplomados y reconocidos académicamente y que estos conocimientos
se impartan en una Escuela de Ballet, que tiene un Programa Académico definido
por edades y años de estudio, en donde la enseñanza se basa en un syllabus cuya aplicación
se ofrece de forma gradual de acuerdo al desarrollo físico, emocional e
intelectual de los alumnos.
En el inicio de la formación, generalmente a partir
de los tres años de edad los niños no se relacionan socialmente unos con otros ni
están acostumbrados a seguir patrones de clase de danza; la ubicación en el
espacio, el trabajo en grupo, el desarrollo de su coordinación y de su
flexibilidad y la sensibilidad por a música, son aspectos que se irán logrando
de forma paulatina, de manera lúdica y creativa en un clima de alegría y diversión,
bajo la guía de los profesores.
Desde el inicio, en la formación de los alumnos, la
participación de los padres resulta fundamental, ya que los niños dependen de
ellos para asumir con responsabilidad la preparación que se les brinda, y está
en sus manos que la asistencia y puntualidad de sus niños a las clases sea la
óptima requerida.
Es muy difícil predecir cuál será el futuro
desarrollo de los alumnos, en el tiempo intervienen muchos factores, pero está
demostrado que con la guía de profesionales idóneos, con la voluntad de trabajo
y superación del alumno y el apoyo familiar se logran resultados sorprendentes.
Una Escuela de Ballet, a diferencia de una academia
o un taller, tiene un objetivo definido, que es formar bailarines con
nivel profesional y para ello cuenta con la infraestructura y método de
enseñanza apropiado.